Tienes en tus manos, querido lector, un pequeño librito de algunos recuerdos míos, entrañables por cierto, con mis compañeros del colegio, en nuestras épocas de infancia y los inicios de la adolescencia.
Lo que vas a encontrar en las páginas siguientes sucedió entre los años 1956 y 1965 en las aulas y en los patios de nuestro querido colegio: Sagrados Corazones Recoleta.
No es una obra literaria ni tampoco un libro histórico. Son solo pinceladas de algunas vivencias compartidas en esos años maravillosos que unen a las personas para siempre, marcándolas con una impronta de pertenencia, que podría estar escondida en el fondo, pero que cuando surge, aparece como un afán de querer estar juntos otra vez, porque somos compañeros recoletanos.
Es una suerte de regresión hacia valores conquistados durante la infancia con una acción de gracias que va in crescendo conforme pasan los años, con el deseo de dejar, a los que vengan después, un testimonio que valga la pena.
A los de la promoción 1965 del Colegio de La Recoleta no nos cabe la menor duda de haber sido privilegiados al recibir una educación de calidad, en la familia y en el colegio.
La época que nos tocó vivir fue muy interesante porque, en la historia de nuestro país y del mundo, se dieron unos cambios significativos en la vida y en las costumbres de toda la humanidad. Fueron los años de la posguerra, con progresos notables en la reconstrucción de ciudades y la invención de nuevas tecnologías: automóviles de diversas marcas y tamaños, aviones supersónicos, desarrollo industrial, etc.
Son los gloriosos años 60 los que marcan nuestras etapas escolares en primaria y en media. Hasta los 60 estuvimos en primaria en el colegio de la Av. Uruguay y Plaza Francia, en el centro de Lima, y a partir del 61 nos cambiamos al local de Monterrico para empezar primero de media.
Siendo nosotros escolares, aparece la televisión, el radio transistor, el plástico, los primeros astronautas que salen al espacio, se celebra en Roma el Concilio Vaticano II y se expanden por el mundo las revoluciones motivadas por las ideologías en boga. También fueron los años de conjuntos musicales y cantantes famosos como los Beatles y las superproducciones del cine, con películas que marcaron historia. Unos años emblemáticos que no podremos olvidar.
No es mi propósito que este librito se extienda a esos acontecimientos históricos, tratará más bien de recordar, dentro de esos años significativos para la humanidad, lo que vivimos en La Recoleta, siendo primero niños y después adolescentes, bajo la atenta mirada de nuestros padres y profesores que se preocuparon por nuestra formación.
Quisiera empezar agradeciendo a Dios, a mis padres y a mis maestros de La Recoleta, a quienes recuerdo con bastante cariño, por todo el empeño que pusieron para que seamos buenas personas.
El colegio ha sido para mí, y pienso que también para mis compañeros de promoción, un cimiento sólido para la construcción de nuestras vidas. Lo que pusieron nuestros padres y profesores está motivando en nosotros un deseo grande de buscarnos para estar unidos y recordar siempre lo que vivimos juntos. Creemos que vale la pena contar nuestras experiencias a los demás y sobre todo a los que vienen después, a los hijos, y a las siguientes generaciones de recoletanos.
Existe entre nosotros, y ha crecido con los años, un espíritu que refuerza la amistad por el solo hecho de haber sido compañeros de colegio. El buen orgullo de ser recoletanos amaina y elimina nuestras lógicas diferencias en una promoción que es además bastante variada en opiniones y en circunstancias de vida.
En nuestra andadura, a través de los años, nos hemos reunido con frecuencia buscando siempre aumentar el número de participantes. Entendemos que es muy difícil convocar en un mismo día a todos los integrantes de la clase. Sin desanimarnos por las ausencias, hemos echado cables con algunos para decirles que estamos siempre cercanos y que les guardamos un gran afecto, sea cual sea la situación en que se encuentren. Auguramos más reapariciones de los compañeros que estuvieron con nosotros, incluso de aquellos que estuvieron muy poco tiempo en nuestras aulas. Grandes alegrías nos hemos llevado cuando reaparece alguno que no veíamos en muchos años.
Ahora, con la oportunidad de las bodas de oro, reiteramos nuestra invitación para reforzar la unidad de la promoción, que es unidad de corazones, de corazones recoletanos: entre nosotros, con el colegio, en nuestras familias y con toda la sociedad.
Hoy es importante subrayar la importancia de la unidad entre los seres humanos. Vivimos unos tiempos difíciles de peleas, rivalidades, resentimientos y divisiones. La unidad se consigue con el perdón y con el aumento del afecto y la estima por el prójimo, y se pierde cuando no se está dispuesto a perdonar y cuando se vive al margen de los demás, sumergidos en una individualidad egoísta, donde reina la indiferencia y el desinterés por los otros.
En el colegio hemos vivido unidos. Nuestros maestros nos han enseñado, con unos códigos de moral y de buena doctrina, cuáles deben ser los parámetros donde debemos movernos. El lema «Dios, Patria, Cultura y Hogar» ha sido el derrotero por donde nos han conducido los padres de los Sagrados Corazones con la ayuda de los maestros.
La celebración de los 50 años debería traducirse en el deseo de estar más unidos todos los de la promoción, para luchar en el fortalecimiento de los valores que recibimos del colegio y así poder brindar a la sociedad el testimonio de una vida coherente, donde reine la paz y la alegría.
Los Padres de los Sagrados Corazones inculcaron en nosotros un espíritu cristiano de solidaridad y liderazgo. A través de los «Corazones Valientes» y de los «Boys Scouts» nos alcanzaron unas herramientas para formarnos en los valores cívicos y proyectarnos a tener iniciativas de ayuda a los demás.
Hemos visto también en nuestros formadores estar a la vanguardia en los valores que nos transmitieron, con muchas iniciativas de promoción social que el colegio realizaba en lugares marginales como Chocas, Puente Piedra, Comas, Reynoso y la Prelatura de Ayaviri.
También encontramos excelentes testimonios de exalumnos que han sido notables en su vida social y profesional.
Se puede decir que La Recoleta ha dejado un legado importante para los peruanos con la presencia de los padres de los Sagrados Corazones, la mayoría franceses, que dieron su vida para que nosotros tuviéramos una educación cristiana y con el testimonio de exalumnos que supieron corresponder con creces a la formación recibida.
En las siguientes páginas nos encontraremos con algunos nombres de padres y profesores que estuvieron con nosotros en las diversas circunstancias de nuestro mundo escolar y que recordamos con mucho cariño.
También es importante decir que el colegio no es solo el recuerdo de un ambiente de compañerismo infantil, ha sido también la herramienta que encontraron nuestros padres para formarnos como buenas personas, buenos profesionales y buenos cristianos. Cada uno de nosotros podrá ver en su propia vida los resultados de esa enseñanza y formación. Siempre estamos a tiempo para redescubrir, agradecer y corresponder a los valores recibidos.
El 2015 son nuestras bodas de oro y el año de la familia. Coincide nuestra celebración de octubre (almuerzo de los exalumnos) con el sínodo que tendrá lugar en el Vaticano sobre la familia.
Nos unimos a las oraciones del Santo Padre y de la Iglesia para la unión de los matrimonios y de la familia. Desde nuestro sitio reforzamos nuestro eslabón para estar fuertemente unidos todos los integrantes de nuestra promoción y sus familias. También pedimos por nuestros padres y por los compañeros que han dejado este mundo, para que el Señor los tenga en su gloria.
Hemos tenido el privilegio de ser queridos, ahora nos toca pagar con amor el amor recibido.
Agradezco las palabras de presentación de nuestro querido P. Enrique Olier, escritas con tanto cariño en este libro, y el prólogo del ilustre y prestigioso historiador José Agustín De la Puente y Candamo, exalumno recoletano, que ha tenido la gentileza de aceptar mi invitación para que participe, con sus palabras llenas de experiencia y sabiduría, en nuestras Bodas de Oro.
Quisiera terminar esta presentación haciendo un homenaje a nuestro compañero Fernando Viale Ballón, que nos dejó el 13 de marzo para irse al Cielo. Fernando nos trajo un mensaje de unidad, de alegría y de paz en los tres últimos años de su existencia, que ha sido para nosotros un magnífico regalo en estas fechas de celebración.
P. Manuel Tamayo